En la megacausa ESMA declararon hoy las hermanas María Inés y Lucía Raquel García Cappannini. Sus padres, Gustavo García Cappannini y Matilde Itzigsohn, eran militantes montoneros y están desaparecidos desde 1976 y 1977, respectivamente.
“No hay palabras que alcancen para dimensionar el dolor de la desaparición de mis padres. Es una angustia que me va a acompañar toda la vida”, declaró hoy María Inés García sobre la desaparición de Matilde Itzigsohn y Gustavo García Cappannini. También lo hizo su hermana Lucía Raquel. Fue ante el Tribunal Oral Federal 5 de Capital Federal por la megacausa ESMA, donde hay 66 imputados acusados de delitos de lesa humanidad ocurridos durante la última dictadura militar.
María Inés juró por los 30 mil desaparecidos decir la verdad. A continuación contó la historia de sus padres: Matilde (Tili o La Rusa) y Gustavo (Abel).
El 14 de octubre de 1976 una patota militar secuestró a García Cappannini, que era militante montonero. No hay información certera de cómo fue el operativo militar. “Mi tía lo despidió en una parada de colectivo en La Plata y nunca más lo vimos. Con el tiempo se supo que esa mañana secuestraron a Miguel Ángel Lauletta, Caín, y que bajo tortura confesó que ese día tenía una cita con mi papá en un bar de Constitución, a las ocho de la noche. Lo leí en el año ‘95”, dijo la mujer. También contó que varios sobrevivientes lo vieron a su padre en la ESMA.
A Matilde le pusieron ese nombre por la mujer de Ernesto Sábato. Los abuelos maternos de María Inés eran muy amigos con el escritor. Cuando le pidieron ayuda para saber el paradero de su hija, solo les confirmó que Matilde estaba en la ESMA y les pidió que no lo llamaran más porque lo comprometían.
Matilde era militante gremial y de Montoneros. Cuando fue el golpe, el 24 de marzo de 1976, estaba de licencia en el astillero Río Santiago, en la localidad de Ensenada. Ese día secuestraron a 60 trabajadores. Una compañera de Matilde le contó a María Inés que mientras la torturaban le preguntaban insistentemente por su mamá. Semanas después, Matilde fue echada del astillero y aparecieron pintadas cerca de su casa: la insultaban por ser judía. María Inés quiso mostrarle hoy al tribunal unos panfletos que decían que “había que limpiar la fábrica de zurdos y bolches”. La presidenta del tribunal, Adriana Palliot, no la dejó.
Según diferentes testimonios, a Matilde la secuestraron en las inmediaciones de su casa materna, sobre la avenida Díaz Vélez, en Capital Federal. Un rato antes había dejado a las nenas en la casa de sus padres. Fue la tarde del 16 de marzo de 1977, cinco meses después que el secuestro de su marido. Un día antes, su hermana la había convencido de exiliarse en Israel, como ya habían hecho otros familiares y amigos. “No había querido irse antes, porque un supuesto militante, Oscar el Bocha Balardini le decía que tenía información de mi papá y le daba datos que parecían certeros, pero con el tiempo mi mamá empezó a dudar hasta que descubrió que era una mentira”, declaró.
“Mi mamá tenía mucha valentía y coraje. Lo hacía desde una perspectiva de género, peleaba para que en el astillero pongan una guardería para las trabajadoras mujeres”, dijo María Inés.
Antes de que su marido fuera secuestrado, Matilde vivió con él y sus pequeñas hijas, Lucía Raquel de dos años y medio, y María Inés de cuatro meses, en una casa de Bernal que pagaban en cuotas. Esa casa después se perdió y María Inés le pidió al TOF si podía investigar qué había pasado con ella y mostró el boleto de compra -venta. Palliot le dijo que esa no era materia del juicio y que en todo caso el fiscal podía hacerse cargo.
“Mis abuelas tocaron todas las puertas que creyeron útiles”
María Inés declaró sobre la documentación que obtuvo de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA), desarticulada en 1999 y cuyas carpetas desclasificadas están en manos de la Comisión de la Memoria. Las hijas del matrimonio encontraron legajos de sus padres, con datos pormenorizados de sus vidas. Dijo que a sus padres se los describía como “elementos subversivos” y en particular a su madre “con antecedentes marxistas”.
Sobre la búsqueda de sus padres, María Inés contó: “Mis abuelas tocaron todas las puertas que creyeron útiles. Visitaron decenas de organismos y confeccionaron habeas corpus, que fueron rechazados por los jueces. También visitaron a monseñor Graselli, hasta que se dieron cuenta que él les sacaba información”.
Una de las últimas cosas que contó María Inés fue que Lauletta la vio a su mamá en la ESMA y que después la trasladaron al centro clandestino El Atlético. Por razones que no expuso, María Inés ni su hermana quisieron nunca encontrarse con Lauletta.
Para cerrar su discurso, María Inés contó que antes de las desapariciones de sus padres, sus abuelos habían juntado plata y se la habían ofrecido a su papá para que se exilie con su familia. Y María Inés, con lágrimas en los ojos, como nunca antes en la audiencia, reprodujo las palabras de su papá: “Si yo me voy quién se queda a hacer patria”.
María Inés juró por los 30 mil desaparecidos decir la verdad. A continuación contó la historia de sus padres: Matilde (Tili o La Rusa) y Gustavo (Abel).
El 14 de octubre de 1976 una patota militar secuestró a García Cappannini, que era militante montonero. No hay información certera de cómo fue el operativo militar. “Mi tía lo despidió en una parada de colectivo en La Plata y nunca más lo vimos. Con el tiempo se supo que esa mañana secuestraron a Miguel Ángel Lauletta, Caín, y que bajo tortura confesó que ese día tenía una cita con mi papá en un bar de Constitución, a las ocho de la noche. Lo leí en el año ‘95”, dijo la mujer. También contó que varios sobrevivientes lo vieron a su padre en la ESMA.
A Matilde le pusieron ese nombre por la mujer de Ernesto Sábato. Los abuelos maternos de María Inés eran muy amigos con el escritor. Cuando le pidieron ayuda para saber el paradero de su hija, solo les confirmó que Matilde estaba en la ESMA y les pidió que no lo llamaran más porque lo comprometían.
Matilde era militante gremial y de Montoneros. Cuando fue el golpe, el 24 de marzo de 1976, estaba de licencia en el astillero Río Santiago, en la localidad de Ensenada. Ese día secuestraron a 60 trabajadores. Una compañera de Matilde le contó a María Inés que mientras la torturaban le preguntaban insistentemente por su mamá. Semanas después, Matilde fue echada del astillero y aparecieron pintadas cerca de su casa: la insultaban por ser judía. María Inés quiso mostrarle hoy al tribunal unos panfletos que decían que “había que limpiar la fábrica de zurdos y bolches”. La presidenta del tribunal, Adriana Palliot, no la dejó.
Según diferentes testimonios, a Matilde la secuestraron en las inmediaciones de su casa materna, sobre la avenida Díaz Vélez, en Capital Federal. Un rato antes había dejado a las nenas en la casa de sus padres. Fue la tarde del 16 de marzo de 1977, cinco meses después que el secuestro de su marido. Un día antes, su hermana la había convencido de exiliarse en Israel, como ya habían hecho otros familiares y amigos. “No había querido irse antes, porque un supuesto militante, Oscar el Bocha Balardini le decía que tenía información de mi papá y le daba datos que parecían certeros, pero con el tiempo mi mamá empezó a dudar hasta que descubrió que era una mentira”, declaró.
“Mi mamá tenía mucha valentía y coraje. Lo hacía desde una perspectiva de género, peleaba para que en el astillero pongan una guardería para las trabajadoras mujeres”, dijo María Inés.
Antes de que su marido fuera secuestrado, Matilde vivió con él y sus pequeñas hijas, Lucía Raquel de dos años y medio, y María Inés de cuatro meses, en una casa de Bernal que pagaban en cuotas. Esa casa después se perdió y María Inés le pidió al TOF si podía investigar qué había pasado con ella y mostró el boleto de compra -venta. Palliot le dijo que esa no era materia del juicio y que en todo caso el fiscal podía hacerse cargo.
“Mis abuelas tocaron todas las puertas que creyeron útiles”
María Inés declaró sobre la documentación que obtuvo de la Dirección de Inteligencia de la Policía de la Provincia de Buenos Aires (DIPBA), desarticulada en 1999 y cuyas carpetas desclasificadas están en manos de la Comisión de la Memoria. Las hijas del matrimonio encontraron legajos de sus padres, con datos pormenorizados de sus vidas. Dijo que a sus padres se los describía como “elementos subversivos” y en particular a su madre “con antecedentes marxistas”.
Sobre la búsqueda de sus padres, María Inés contó: “Mis abuelas tocaron todas las puertas que creyeron útiles. Visitaron decenas de organismos y confeccionaron habeas corpus, que fueron rechazados por los jueces. También visitaron a monseñor Graselli, hasta que se dieron cuenta que él les sacaba información”.
Una de las últimas cosas que contó María Inés fue que Lauletta la vio a su mamá en la ESMA y que después la trasladaron al centro clandestino El Atlético. Por razones que no expuso, María Inés ni su hermana quisieron nunca encontrarse con Lauletta.
Para cerrar su discurso, María Inés contó que antes de las desapariciones de sus padres, sus abuelos habían juntado plata y se la habían ofrecido a su papá para que se exilie con su familia. Y María Inés, con lágrimas en los ojos, como nunca antes en la audiencia, reprodujo las palabras de su papá: “Si yo me voy quién se queda a hacer patria”.
Fuente: http://www.infojusnoticias.gov.ar/
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